Reseña de Cobra Kai


 Este mes volvieron los protagonistas de una de las más queridas películas de los '80: Daniel LaRusso y Johnny Lawrence. El bully y la víctima, el héroe y el villano, el triunfador y el perdedor. Blanco y negro, sin grises. Recordemos que en esta época no estaba tan de moda el antagonista querible y con motivaciones válidas, que se gana a los espectadores con una historia triste. Recién al final se deja ver que el auténtico malo de la historia es el adulto que manipula a Johnny para que sea agresivo. Pero para ese momento la película termina y nos quedamos apenas con el recuerdo del triunfo de Daniel. 

Hoy en día cualquier cabeza de termo que quiera parecer inteligente te repite como un lorito lo que dijo Barney en How I Met Your Mother pero la realidad es que Johnny Lawrence era el típico abusón de secundaria que disfrutaba haciendo valer su hombría con alguien inferior en fuerza y tamaño (una victoria garantizada). Entonces, si ya tenemos en claro quién es el malo y quién el bueno, ¿qué aporta esta serie?

Sabemos que lamentablemente muchas secuelas eligen repetir la misma historia pero con los hijos de los personajes de la primera, o directamente con otros nuevos que nada tienen que ver con la historia original. Por suerte lo mejor que tiene esta serie es el guión, y la gente a cargo se empeñó en presentar un producto de calidad.


Retomamos la historia con dos hombres que no pueden soltar el pasado. Johnny es un alcohólico sin trabajo, distanciado de su hijo y con problemas para controlar la ira que lo invade todo el tiempo. Daniel tiene una "familia perfecta", es un profesional exitoso y nada parece afectarlo. Pero tienen algo en común: los dos tienen como punto central en sus vidas el torneo en el que se enfrentaron. Para uno fue cuando todo comenzó a desmoronarse, para otro el inicio de su vida como un triunfador lleno de confianza en el futuro. Cuando ciertos hechos los obliguen a cruzarse, Jhonny tratará de recomponer su vida y retomar la actividad que más ama. Sus continuas apariciones empezarán a poner cada vez más nervioso a LaRusso, quien perderá esa calma que lo caracteriza. 

Lo más interesante de Johnny es el arco de transformación de su personaje, y cómo el tipo se ve a sí mismo. En un momento despotrica contra la gente que ejerce el bullying cibernético porque "no hay honor en eso, antes cuando queríamos molestar a alguien lo hacíamos cara a cara". Y no hermano, no, no hay honor en un cinco contra uno, no hay honor en abusarse de alguien que está en tan clara situación de inferioridad. 


Hay un trabajo lento pero estable que lo va convirtiendo en una suerte de anti-héroe inapropiado y querible. Por un lado, el tipo está anclado en la década del '80: no entiende nada de tecnología, es racista, machista, sexista y cruel con aquellos que tienen alguna característica física que considera defectuosa. Y eso no cambia: sigue siéndolo, pero suaviza un poco su visión del mundo gracias a sus estudiantes (que por cierto, son una banda de inadaptados sociales que jamás podrían haber entrado en el Cobra Kai original). 


Ojo, sería muy fácil entender que ahora los roles se revierten y es Daniel LaRusso el malo. Porque Daniel no es malo, pero es fácil de odiar, y ahí puede haber una confusión. Es odiable porque a pesar de amar el karate con todo su corazón lo usa como gancho para vender autos, porque no sabe cómo controlar a sus hijos, porque no tiene en cuenta las consecuencias de sus acciones, porque no puede dejar de lado su inseguridad cuando se habla de Cobra Kai a pesar de ser un adulto bien plantado en la vida, pero sobre todo porque le fue bien, triunfó, y uno siempre se pone del lado del loser, el underdog, que en este caso es Jhonny. Pero eso sería tener una visión tremendamente simplista de la vida, y no es a lo que apunta la serie. El tema es que él también necesita una transformación, pero en su caso es más complicado porque ya tuvo su arco de desarrollo en Karate Kid: pasó de punching ball a ser el campeón. No necesita volver a triunfar, como sí lo necesita desesperadamente Jhonny. Y por eso no es tan querible, porque no se supera a sí mismo, no tiene que pelear con sus demonios internos. 


Por supuesto, no sólo se vive de nostalgia, y era necesario hablarle a las nuevas generaciones. Ese es uno de los aciertos de los guionistas: introducir personajes adolescentes con los que cualquiera puede identificarse pero que no son excusas para el desarrollo emocional del protagonista. Son multidimensionales, crecen, se equivocan, tienen profundidad. Son creíbles. Dentro de este grupo el que obviamente se destaca es Miguel, el primer alumno de Johnny y su protegido, que además funciona como una suerte de guía moral para su mentor. Sin embargo, hay dos personajes que quedan desdibujados: Robby, el hijo de Jhonny, y Sam, la hija de Daniel. 

El caso de Robby es una lástima, porque sigue un desarrollo similar a Miguel (aunque a la inversa) pero en su caso se apresura demasiado, y en apenas un par de capítulos da un giro de 180°, lo cual resulta poco creíble. Tenía potencial para ser un personaje sólido, pero las exigencias de la trama y su introducción tardía hacen que su transformación se apure demasiado.


Pero sin dudas Sam es la peor. 

En una serie donde la mayoría de los personajes son verosímiles, Sam contrasta por su perfección en todo lo que hace. Maquillaje y cabello siempre on point, buena chica, buena estudiante, buena hija, buena en todo. Parece que la hubieran recortado de otra serie (una de romance adolescente, con seguridad) y la hubieran pegado en esta sin preocuparse demasiado. Es tan genérica que ayer terminé de ver la serie y a la media hora ya no recordaba su nombre. Sí, lo más probable es que se desarrolle en la segunda temporada, pero todas sus participaciones en la primera están desperdiciadas. Una pena, porque hay muy pocos personajes femeninos en esta historia y podrían haber escrito su historia de manera mucho más interesante. 


Sin embargo, termina siendo la típica Good Girly no aporta más que ser la hija de, novia de, amiga de. En ese sentido resulta mil veces más interesante Aisha, la primera alumna mujer de Cobra Kai. A pesar de ser tímida y no muy atlética, se gana su lugar en el misógino dojo de Jhonny Lawrence a fuerza de carácter y golpes bien ubicados.

Para ir finalizando, una cuestión importante es el estilo de vida que rige Cobra Kai. Porque sí, a veces el lema por el que se conducen (golpea primero, golpea fuerte, sin piedad) funciona en la vida real, y nos hace sentir bien, pero a veces llega demasiado lejos y quienes lo mantienen terminan convirtiéndose en aquello que odiaban. Jhonny pierde incluso cuando gana, y en ese sentido la identificación del espectador con él es tan fuerte que no podés dejar de sentir esa misma desesperación ante un tipo que siente que todo se le va de las manos.

En conclusión, viene hiper recomendada. Le voy a bajar un poco el puntaje porque creo que todavía tienen espacio para mejorar, pero sinceramente es tan adictiva que si no se la maratonean no sé que están haciendo de sus vidas. 






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